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Conocido como el “bautizo de sangre de la clase obrera ecuatoriana”, este acontecimiento luctuoso e histórico constituye un referente de fondo de lo que debe ser, por siempre, la memoria de Ecuador para afrontar los cambios a favor de los más pobres.
En esa ocasión, como lo ha publicado este diario en los últimos días, los oligarcas, tras el asesinato de Eloy Alfaro, consolidaron un poder corrupto y explotador. Y los campesinos y pobres fueron las mayores víctimas, sin descontar el atraso general del país por su egoísmo.
Por eso es válido recordar esta fecha como un punto de partida también para la consolidación de un movimiento obrero que piense en la transformación de Ecuador para superar la pobreza y garantizar los derechos de todos y todas.