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No es gracias a la aplicación de recetas económicas ni mucho menos a una administración que vela por los intereses de grupos de poder y corporaciones empresariales que Ecuador tiene mucho por mostrar al mundo. Esto es producto, sencillamente, de un largo e intenso proceso político. De ahí que la evaluación hecha por el Gobierno en el acto de ayer motive a otras reflexiones mucho más responsables. No tenemos el mejor país del mundo, pero no somos ya aquel del que nadie habla o servía como ejemplo de la peor pobreza o la mayor corrupción. Se ha avanzado, pero también falta mucho por recorrer y hacer. Las cifras están ahí. El reto es superar esta difícil etapa ocasionada por la caída de los precios del petróleo, el terremoto y la apreciación del dólar. Y para ello no solo falta afirmar todo lo hecho sino convocar a una real unidad nacional que invoque el trabajo colectivo para alcanzar objetivos trascendentales y no solo satisfacer las demandas de ciertos grupos políticos. Por suerte, ahora somos un país con mucha potencialidad para superar los más difíciles momentos. (O)