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Una cita de afectos para celebrar una navidad sin consumismo
El 2015 ha sido un año muy significativo para Ecuador: hemos afrontado las dificultades económicas con un alto espíritu de responsabilidad; las amenazas de desestabilización quedaron atrás por el rechazo social y la firme convicción democrática del pueblo para defender la estabilidad y la gobernabilidad; y, por supuesto, se han alcanzado éxitos y concretado objetivos en la obra pública, los servicios de educación, salud y seguridad, como también conquistamos grandes victorias deportivas.
Este año tuvimos varias amenazas que revelaron esa unidad nacional, el trabajo colectivo y la responsabilidad política para enfrentarlas sin alarmismo: la emergencia por el proceso eruptivo del volcán Cotopaxi y el riesgo de un fenómeno El Niño que por suerte se disipó. Como nunca antes tuvimos las políticas, la estructura y la institucionalidad para que, de ocurrir, los daños e impactos fuesen menores. Y con todo eso también ocurrieron hechos graves, como los incendios que acabaron con grandes extensiones de bosque natural y costaron la vida de dos bomberos en la capital.
Ecuador no es ni de lejos el de hace una década donde los efectos de fenómenos y problemas antes señalados nos habrían costado uno, dos o tres puntos del Producto Interno Bruto. Estamos mejor preparados para afrontar incluso las tragedias naturales y los impactos del sector externo de nuestra economía. Y eso ha sido posible porque se ha consolidado el Estado, para favorecer al bien común, a las familias y a las nuevas generaciones. Nada se ha hecho pensando en el lucro, en la rentabilidad y en el interés particular de los grupos de presión.
Por eso, hoy día es muy importante la unidad familiar y nacional para hacer de la Navidad un acto de reflexión, encuentro y comunión. Siendo una fiesta cristiana ampliamente extendida hay que volver al origen de su sentido: la modestia y la unidad familiar. Algunos piensan que solo tiene sentido cuando se refleja en un elevado consumismo o derroche de dinero. Al contrario, la esencia es la humildad y la sencillez de su conmemoración.
Nos reunimos para exteriorizar los afectos y para el reencuentro con nuestros allegados, amigos y parientes. Y también, ¿por qué no?, para mirar hacia atrás y revisar lo que alcanzamos y lo que pudimos hacer mejor.
El próximo año no será fácil, pero tampoco será el caos ni la catástrofe como algunos actores políticos anuncian con fines absolutamente proselitistas. Y como tal deberemos asumirlo con la mayor responsabilidad colectiva, dejando de lado los protervos afanes de unos pocos, pensando cómo resolvemos los problemas urgentes y planificamos, con menos recursos, alcanzar los objetivos posibles. Tenemos la fortaleza de un país que aprendió a sobrellevar sus dificultades. Y así también nos corresponde defender lo alcanzado, trabajar todos los días para reducir la pobreza, mejorar la educación y crear todas las condiciones necesarias para un bienestar común.
EL TELÉGRAFO ratifica el compromiso de su trabajo cotidiano para servir de la mejor manera a sus audiencias (cada vez mayores y críticas) y desea a todo el país una noche de paz, alegría y sabiduría. Y, sobre todo, queremos compartir con ustedes nuestros éxitos, que han sido más de una decena este año, como resultado de un periodismo responsable, pensado y hecho para que nuestra sociedad sea la del Buen Vivir. (O)