Publicidad
Al terminar el campeonato ecuatoriano de fútbol hay algo que no comentan los periodistas de esa especialidad, muchos de los cuales viven inmersos en esa forma de ejercer la profesión alrededor de lo que dicen las fuentes y no la gente: ¿por qué los estadios no se llenan, ni siquiera -como ocurrió el domingo último- en la final del torneo?
Y si eso ocurre, también hay otro drama que se vive en esa actividad: al terminar la competencia hay decenas de jugadores que quedan a la deriva, sin sueldo y a expensas de “pescar” un equipo.
Por lo mismo, hay algo que no se explica bien: ¿por qué siendo el deporte más popular, el que más ingresos genera por vía de la publicidad y los auspicios, la gente no llena los estadios y contribuye, financia y respalda económicamente a los futbolistas y equipos?
Además, frente a esa realidad, palpable y a veces inentendible, ¿por qué hay equipos que quieren construir más estadios? Incluso, podría aventurarse una afirmación “tendenciosa”: ir a un estadio no necesariamente es una invitación a un espacio acogedor, con garantía de servicios eficientes, limpios y a bajo costo. A veces, incluso, es incómodo presenciar un partido donde las ventas, los vendedores y los custodios son los que más “fastidian” el espectáculo.
No solo se trata de ver partidos, sino de disfrutar de un espectáculo donde la gente paga y a cambio solo recibe un servicio poco menos que mediocre.
Como el periodismo deportivo solamente se preocupa de las figuras, quienes han ido a otros estadios del mundo saben que se va a un escenario para encontrarse cómodo, atendido y también para afirmar relaciones sociales y humanas.
Si el próximo campeonato es para la gente también, y no solo para los futbolistas, hay que pensar qué se hace con los estadios y todos sus servicios, las ventajas de seguridad y comodidad. Caso contrario, como mucha gente hace, preferirá ver por televisión y gozar de un espectáculo cuasi gratuito, sin riesgos y sin ciertas incomodidades como las que se hallan en nuestros estadios.