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No son pocas las molestias de los usuarios del nuevo aeropuerto Mariscal Antonio José de Sucre. Los viajeros de ciudades por fuera de Quito llegan y sienten que están descolocados, no muy bien informados y, a ratos, mal atendidos debido a las nuevas normas y servicios de la terminal aérea. Y los que salen de la capital todavía no sienten que las condiciones, horarios y vías garanticen una rutina o regularidad en el uso del aeropuerto.
Asimismo -no hay justificación alguna-, las aerolíneas suspenden o retrasan vuelos, demoran en el traslado de los pasajeros del avión a la terminal y viceversa, definen por su cuenta cuándo sale o no un avión, etc. A eso se añade que, al salir del aeropuerto, no hay claridad respecto al transporte terrestre que se ofreció. Quien llega del exterior no tiene por qué saber que arriba a un aeropuerto nuevo ni esperar un taxi -con tarifas altas- o un bus por no tener la correspondiente -y obligatoria- información.
Del mismo modo hay quejas sobre los precios de los alimentos que se ofertan. Las empresas proveedoras no pueden ni deben recuperar la inversión de modo inmediato y a costa de los usuarios de la terminal. Cierto que es un negocio, pero la ambición o la urgencia de recobrar costos les puede llevar a afectar a personas que permanecen horas en las salas.
Las autoridades y la empresa concesionaria han dicho que están haciendo los ajustes respectivos y que en pocas semanas habrá normalidad en todas las áreas. Hace falta más y mejor información. No cabe duda de que, si hay problemas o restricciones propias de un nuevo servicio, la mejor ayuda es la información amplia. Eso ha faltado y hay que decirlo: debieron advertir estos temas para no afectar a los usuarios.
Ojalá estos días, pocos en realidad, sirvan para ajustar rápida y eficientemente los servicios para tener, de verdad, un aeropuerto de primer nivel.