La visita oficial del presidente Rafael Correa a Turquía puede sorprender a propios y extraños. Para algunos sectores era inconcebible un acercamiento con un régimen catalogado de conservador y con serias posturas contrarias a la de los países de la ALBA. Para otros también era una oportunidad de negocios, de contactos para impulsar acuerdos comerciales y de colaboración en la educación.

De todos modos, por polémica que fuese, ahora hay un espacio abierto en una región compleja, con un país enorme, por su tamaño, población y producción, sin descontar toda la cultura que tiene y genera.
Incluso, las posiciones de Ecuador y Turquía con respecto a Siria parecieran distintas, pero hay en el fondo una sola postura: que la autodeterminación de los pueblos y la soberanía rijan cualquier solución pacífica y democrática al conflicto que se vive en esa nación árabe.

Por ahora, de acuerdo con las informaciones preliminares, hasta no tener un balance completo, con Turquía hay más retos que concreciones. De lo que se sabe, habrá una ronda de negocios y acuerdos en este mismo primer semestre del año, y eso ya señala una ruta para profundizar las relaciones. Como el mismo presidente Correa lo ha destacado, no hay que mercantilizar las relaciones, estas deben ser de absoluto respeto y colaboración, pero profundamente políticas, si se entiende como tal una franca amistad y cooperación en el sentido más amplio.

El tema más delicado era el de los aranceles. Turquía acepta una flexibilización y Ecuador propone que existan aranceles según la estación, particularmente para la exportación de banano. Y no está por demás decir que Ecuador tiene mucho que vender a Turquía, y ahí hay que sentar precedentes para entender el concepto de relaciones modernas y soberanas, antes comentado.