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Primer acto: El presidente electo de EE.UU. ejerce el poder vía Twitter y somete a un país latinoamericano, antes de estrenarse en el Salón Oval.
Segundo acto: Una empresa mundial se come las uñas de susto, se deshace de su plan de inversión -unos $ 1.500 millones- y deja de producir afuera los vehículos que le resultan más costosos de hacerlos dentro de casa. Absurdo.
Tercer acto: El presidente electo es Donald Trump; la empresa se llama Ford y el país castigado por el nuevo sacerdote imperial es México, que verá cómo se evaporan 3.600 empleos.
Cuarto acto: El planeta testifica una nueva forma de autoritarismo político, que está muy lejos de los valores que hasta hace poco eran dogmas de fe del célebre ‘sueño económico americano’: liberalismo total, sana competencia, libre ejercicio de oferta-demanda, etc.
En Ecuador, hoy, sobran candidatos rabiosamente liberales menos miopes que el águila. Y si no releen pronto a Trump, caerán en la trampa de decir una cosa en la tarima y hacer otra en Carondelet... siempre que lleguen. (O)