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Cuando Donald Trump vivía sus horas más bajas en política interna (fracasó su reforma sanitaria y la oposición lo agobiaba con la ‘trama rusa’) alzó su mirada al mundo.
Dejó atrás su lema ‘América primero’ y se embarcó en una aventura militar en Siria, lanzó una superbomba en Afganistán y ahora pone al mundo al borde de una guerra nuclear en la península coreana.
Si algo demostró Trump en campaña es que es un hábil político. Cada vez que se siente acorralado golpea el tablero.
El caso sirio lo demuestra muy bien. Bashar al Assad ordenó un ataque químico -según fuentes occidentales, porque el presidente sirio asegura que fue una operación extranjera-, entonces en los principales periódicos de Europa y Estados Unidos circularon fotografías con cadáveres de niños gaseados. Indignación mundial.
Hábilmente, Trump bombardea la base siria de donde supuestamente surgió el ataque químico. El presidente de Estados Unidos cosecha aplausos. La oposición cierra filas en torno a él y Europa lo aclama.
Para mal de la humanidad, Trump ha encontrado su receta perfecta. Cada vez que su electorado comprenda que le mintió, llevará a su país a una aventura militar. (O)