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El Telégrafo

Tras superar la pobreza nos corresponde crear sociedad

29 de junio de 2014

Dos problemas críticos tenemos en el país: los accidentes de tránsito y la violencia intrafamiliar. En el primero, las consecuencias fatales han disparado las estadísticas por las muertes ocasionadas. En el segundo, hay un elemento en el medio: el consumo de alcohol los fines de semana, y particularmente los domingos.

Es muy difícil aceptar y/o imponer sanciones, multas, controles y hasta detenciones. Autorregularse por unos principios, valores y respeto a los demás es un objetivo vital para construir una sociedad democrática. Y esa sociedad no puede ser solo para enaltecer al mercado y al consumo.

Ecuador, con los dos ejemplos anteriores, tiene unos retos para todos sus ciudadanos y ello demanda convivencia social, humana, cultural, económica y política que sostenga procesos de armonía, pero nacidos en la casa y en una pedagogía de todos los sectores, incluidos los medios.

En estos últimos años se han creado las condiciones para el desarrollo de la infraestructura básica, los servicios fundamentales y las garantías para los derechos y el ejercicio pleno de la democracia.

En ese desarrollo hay avances incuestionables. El principal: la reducción de la pobreza. Y no ha sido gracias a una acción social mancomunada, sino por un proyecto político con mucha legitimidad y con oposición dura de sectores económicos y mediáticos, anclados todos en el neoliberalismo y a la rentabilidad sobre todo.

Pero además de insistir en reducir más la pobreza, ahora Ecuador tiene otro reto, que va más allá de garantizar el bienestar: es la convivencia plena para evitar los miles de accidentes de tránsito por conductores irresponsables (que no miden la velocidad y conducen embriagados) y tener menos padres que golpean, mutilan y asesinan a sus esposas cuando llegan a su casa borrachos, sin descontar el daño sicológico para sus hijos.

La sociedad no es solo una suma de buenas intenciones, un aparato jurídico y un mercado, también pasa porque sus problemas más complejos se resuelvan con liderazgo de las organizaciones, autoridades y ciudadanos, pero sobre todo porque apuntalemos un ambiente de plena convivencia. Por eso, también es clave que la violencia proyectada y a veces con morbo en ciertos medios sea regulada y sancionada, de ser el caso. Asimismo, gestar pedagogías colectivas para alcanzar el propósito mencionado.

Y algo más: si bien es cierto que la libertad es un valor supremo, no por ello es el único ni el último. Con hambre, inequidad y falta de oportunidades la libertad se anula, de ahí nace la lucha por primero resolver las demandas básicas. Pero en ese proceso de superación hay que acompañar la construcción de una sociedad con derechos, sin pobreza, con libertades y oportunidades para todos y todas. Si no, viviremos en una fantasía consumista para unos pocos.

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