Las cifras dadas ayer por el INEC y por Senplades ponen a pensar a muchos, pero sobre todo desatan preguntas que no se hacen desde hace algún tiempo algunos analistas económicos y aquellos presentadores de televisión: ¿cómo hay 651 mil pobres menos en el Ecuador y el crecimiento puede llegar en  2012 a 8% si todos los pronósticos son que estamos en el peor momento de la historia? ¿Dónde está el señor Mauricio Rodas, que recorrió todos los medios alarmando sobre el incremento de la pobreza y ahora tiene spots políticos proselitistas? ¿No está el ex presidente Osvaldo Hurtado hablando estos días de que vivimos una dictadura y la “mayoría de la gente está descontenta”?

Si todos esos actores políticos/mediáticos están hablando mal, ¿cómo le van a explicar al Ecuador que el desempleo es uno de los más bajos de hace diez años para acá al ubicarse al fin del año pasado en 5,1%?

Si bien las cifras alientan y elevan el ánimo de todo el país, es cierto que no se ha eliminado la pobreza, tampoco que la inequidad desapareció y mucho menos que la distancia entre ricos y pobres sea ahora tan estrecha. Hay que mirar con objetividad, pero también sin mentir. Por eso es importante que las cifras hablen y dibujen la realidad, y que no sean los prejuicios -y menos el revanchismo- de aquellos que antes tuvieron el poder y ahora quieren recuperarlo para quienes los colocaron en Carondelet.

Ya no solo se trata de quedar bien con el Club de París ni con el Banco Mundial, a los que los señores Rodas y Hurtado sí rinden pleitesía, sino con los más pobres. Por eso estas cifras deben ser para el actual Gobierno un estímulo para mejorar la calidad de la gestión, la eficacia en el gasto y  la atención a los más pobres. No hay por qué cruzarse de brazos y menos contentarse. Hay más compromiso y deber de superar esas cifras a favor de quienes todavía viven con menos de dos dólares al día, y de muchos que no aspiran a nada más que comer y no enfermarse, como forma de vida “normal”.