Algunos medios y ciertos periodistas no salen del esquema: el escándalo vende, aunque luego no sirva para nada. En el caso de la valija diplomática donde se hallaron 40 kilos de droga, hay mucha especulación y casi ninguna información que garantice al país saber exactamente qué pasó. Por lo pronto hay una pista: el canciller Ricardo Patiño ha dicho que de Quito la valija salió con un peso y cuando el avión despegó de Guayaquil ya había aumentado.

Con esa información, más la que ya es pública y exacerbada (de los 7 detenidos y lo que hacían ellos por “la difusión del arte”), esos medios y los conocidos periodistas han armado un tinglado político con un solo objetivo: linchar mediáticamente al Canciller de la República del Ecuador, porque ¿“les cae mal”? ¿les dice sus verdades en la cara cuando mienten o distorsionan o sobredimensionan un dato?

El Ecuador entero quiere saber qué mismo pasó. No hay duda. Y es de suponer que en el Gobierno hay una enorme disposición a eso. Nadie imaginará que el interés oficial sea ocultar algo. De ser así, ya los medios se habrían encargado de explotar esa “jugada”. Y para saber qué mismo pasó, no son precisamente los medios (muchos en plan de oposición antes que de información) los que nos van a decir la verdad. Para eso está la Policía (que ya ha hecho un informe), la Fiscalía, la misma Interpol.

Mientras ello ocurra, evidentemente que la Cancillería debe revisar sus procedimientos, ajustar los controles y verificar hasta donde hay debilidad en alguno de ellos. Es su responsabilidad y obligación política, legal y constitucional.

Pero también es responsabilidad de la prensa bajar el tono de show y escándalo que tiene para informar temas delicados. Lo que no quiere decir callar y menos autocensurarse. Por ahora, lo que ha mostrado es su capacidad de escandalizar.