La realidad es terca y grosera. Y eso no lo entienden ciertos entrevistadores de la oposición, editorialistas de las empresas periodísticas privadas, y menos aún políticos improvisados o con el solo afán de protagonismo. Tras la caída de una avioneta han ligado todo: desde los jarros en la valija diplomática que llegó a Italia hasta las mayores capturas hechas en los últimos meses de estupefacientes y de traficantes de todo tipo.

Y ese afán de confundirlo todo se choca con la terca realidad. Incluso un asambleísta socialcristiano de Manabí, que juró que primero veía un burro volar antes de ver el puente de Bahía de Caráquez, ha dicho que, desde la salida de la base militar estadounidense en Manta, han aumentado el sicariato y el tráfico de drogas. Lo que él deduce es que con ese puesto militar (que rompía todo principio de soberanía y respeto a la autodeterminación) la lucha contra el narcotráfico estaba garantizada y aquel en franco descenso.

Paradójicamente esa es la tesis de EE.UU. ante América Latina: sin su apoyo somos incapaces de combatir el narcotráfico. Y a la vez: ¿por qué ese país ha sido incapaz de controlar el consumo de drogas, que es la causa de la gran demanda?

Y lo que no saben todos esos actores políticos, incluidos los medios privados que aúpan como escándalo la captura de estupefacientes, es que sin el apoyo de EE.UU., sin una base militar y con la capacidad y talento propios, en los últimos años se ha producido la mayor captura de droga, la detención de grandes bandas de narcotraficantes y, a la vez, se ha generado una política de seguridad para tener resultados efectivos en este campo.

No le sorprenda a nadie que, en la campaña electoral, esos políticos y los medios de oposición tomen como base de sus propuestas la denuncia de que Ecuador y su Gobierno actual son los promotores del incremento del tráfico de drogas y sus letales consecuencias en la sociedad.