En varios actos criminales y mortales -lo prueban muchos casos- está el denominado chulco (préstamo informal), las deudas incobrables y unas mafias que inyectan dinero entre la gente necesitada para urgencias económicas.

Lo ocurrido el fin de semana en Riobamba, con María Esther Morocho, ha sacudido a esa ciudad no solo por considerar que se trata del primer caso de sicariato. Y más relevante resulta cuando ella, como presidenta del grupo Pro Justicia León Dormido, había desarrollado actividades en contra del chulco (por la usura que encierra), la inseguridad y los asesinatos. Su lucha, enmarcada en un ambiente donde la justicia ha tenido poca efectividad, sitúa el problema ya en otra dimensión: aquellos delincuentes que prestan plata, que no pueden cobrar porque los intereses son altos y  que  con ese dinero incrementan su negocio para abrirse paso en otras regiones, con esta muerte, mandan un mensaje claro: son intocables, no se someten a ninguna ley y en ellos solo ordena el dinero y las armas de fuego.

Por lo mismo, las autoridades correspondientes deben asumir, como ya lo han hecho en otros casos, este crimen para acabar con esa forma de violencia que sienta pésimos antecedentes.

Pero igualmente este tema revela otro: la gente se endeuda “informalmente” sin saber las consecuencias. Se dice que si alguien pide al chulco 100 dólares, debe pagar cinco diarios de interés hasta cancelar toda la deuda. Caso contrario, amenazan a sus parientes, se llevan sus cosas, hieren, golpean y matan.

Una campaña de educación e información resulta urgente para advertir sobre estos problemas, fundamentalmente, a las personas con poca preparación o que por desconocimiento y necesidad recurren a estos préstamos.

Además, hay que considerar que hace falta otra cultura de consumo, para impedir que  todo lo que se ve en  publicidad sea considerado necesidad básica, cuando sabemos que es banal, innecesario y producto de cierta alienación mercantil.