Un alcalde no es dueño de una ciudad: la representa y asume muchas de las responsabilidades legales, políticas y administrativas. Y, sobre todo, actúa en favor de toda la ciudadanía y no solo de unas élites y unos negocios particulares. Lamentablemente esa tarea parece que no la entienden algunos sectores económicos porque se malacostumbraron a que sus negocios particulares fijaran la pauta del servicio público. Cuando se enarbola la defensa de una ciudad o comunidad concreta solo cuando se “afectan” los negocios particulares se revelan esas miradas y visiones ideológicas, asentadas en intereses privados y no en políticas para el bien común. ¿No fue eso lo que ocurrió cuando empezó la crisis financiera y bancaria de Ecuador a finales del siglo pasado?