Nadie puede asegurar que la llamada conquista de América constituyó un paso adelante en la historia de los pueblos de este continente. Fue la mayor masacre de la historia, el peor crimen y violación de todos los derechos humanos. Y solo ahora podemos (y volvemos a)  valorar todo lo perdido de tantas culturas arrasadas en nombre de un dios y de una supuesta civilización “superior”.

Tampoco nadie puede dudar del enorme aporte de América a Europa en el lenguaje, las ciencias, la gastronomía y la riqueza material a costa del saqueo de millones de toneladas de metales preciosos. Incluso si de algo se pueden preciar los europeos es de que gracias a ese saqueo se colocaron en otro lugar de la historia económica del planeta.

Ahora que se cumplen 521 años del arribo español a nuestras costas, en perspectiva deberíamos valorar el peso histórico de América en el desarrollo del planeta, mucho más actualmente cuando la crisis económica obliga a la emigración de miles de españoles a nuestras tierras.

Todavía falta mucho para construir una nueva visión de la historia de los últimos 521 años, porque hasta ahora parecería que la imposición cultural y religiosa nos hizo tanto bien que deberíamos agradecer eternamente esta condición y por lo tanto ocultar y bloquear cualquier otra interpretación de lo que somos como pueblo.

El desarrollo y crecimiento económico de Europa, que luego dio lugar también a tantas guerras y catástrofes, no puede medirse solo por sus talentos o capacidades. Ante todo hay un cúmulo ahí generado desde las colonias donde no dejaron nada para los pueblos originarios.
Por eso, ahora que hablamos de preservar la Amazonía y defender los pueblos originarios, no podemos olvidar que ese saqueo no se quedó en América y que gracias al mismo los europeos disfrutan de los niveles de acceso a la cultura y al bienestar de los que mucha apología hacen quienes no quieren que en nuestro continente se goce de aquello.

La “conquista” de ahora no es invadir territorios ajenos, sino armonizar los desafíos del bienestar general con las capacidades y posibilidades de nuestros territorios para alcanzar ese gran objetivo colectivo que es el Buen Vivir, como paradigma que bien podrían ahora adoptar los europeos.

La mayor conquista es reflejar históricamente nuestras potencias culturales a favor de un planeta sin contaminación ni consumos enfermizos, sin afectar la legítima opción de crecimiento económico y bienestar para pueblos históricamente condenados a la pobreza por la peor masacre de la historia de la humanidad.