Con lo que se escucha y lee de las propuestas de los candidatos a las 23 prefecturas del Ecuador hay algo que pone a reflexionar: un país cada vez más urbano, cargado de tensiones por esa concentración humana en las ciudades, parece que ve de lejos la realidad del campo y lo rural. Y por lo mismo, en esta campaña electoral, el debate más álgido pasa por lo que se propone para mejorar la calidad de vida en las urbes, cuando otra calidad de vida se siente y percibe en las zonas rurales y campesinas en los últimos años.

Es cierto que las migraciones a las ciudades revelan esa falta de atención y de oportunidades que viven los campesinos por décadas de abandono y exclusión. Y por lo mismo las prefecturas fueron creadas para dar respuesta a esa realidad y encontrar puentes para garantizar una armonía entre los dos sectores y no precisamente la exclusión del uno por el otro y viceversa. De ahí que es importante demandar a los candidatos a prefectos propuestas creativas para devolver, no la imagen bucólica de los campos, sino la construcción de soluciones a los enormes problemas que pasan por servicios básicos fundamentalmente, sin descontar el factor tierra, como el eje simbólico de su realidad.

El sector rural no es solo agricultura. Ahí también hace falta la presencia y participación activa de la cultura, las artes...Hay avances muy importantes en la atención al campesino, pasando por el seguro social, la vialidad, la educación la titularización de tierras y el  turismo, pero todavía no encontramos una respuesta al estilo de la revolución urbana de la que se ha hablado últimamente.

El campo o el sector rural no es solo agricultura, obviamente. Ahí también hace falta una presencia y participación activa de la cultura, de las artes, del esparcimiento, de áreas recreativas adecuadas, de salas de cine, bibliotecas, entre otras. No es para incrementar la burocracia, sino para convocar a sus habitantes a otras opciones de realización vital.

Por lo pronto hay algunas propuestas de ciertos candidatos para recuperar tradiciones y generar discusiones para afirmar la diversidad como una marca de nuestra identidad. Pero algo más falta. No es suficiente disputar un cargo. La reflexión (ausente en la prensa en general sobre estos temas) debería proyectar esa imagen del futuro para nuestros territorios rurales y para sus poblaciones pequeñas que son el objeto y el sujeto de la administración pública en todas las provincias.

Si para algo sirven también los procesos electorales es para redescubrir la capacidad de imaginación para revolucionar una realidad con la cual difícilmente se puede estar todo el tiempo conforme y mucho menos de acuerdo.