Enrique Ayala Mora, historiador ecuatoriano, afirmaba ayer en una entrevista realizada por un medio privado de comunicación: “Sería terrible que por decisión gubernamental se alteren documentos. Y lo que he podido entender es (que) la intención del Gobierno de alterar la partida de defunción de Alfaro o ‘cambiar la historia’…”.

La malintencionada interrogante del periodista tenía el propósito de que sea otro quien cuestione la iniciativa de diversos grupos sociales interesados en solicitar la enmienda de la partida de defunción del General Eloy Alfaro, en la que consta el origen de su muerte “a manos del pueblo de Quito”, cuando cualquier persona que ha pasado por la educación primaria sabe que los gestores de la “Hoguera Bárbara” fueron grupos oligárquicos, cierta prensa, traidores a la causa liberal, autoridades del gobierno y fanáticos  alentados por el clero.

El 11 de enero de 1912, diario El Comercio editorializaba: “Y no ha de ser pues, esta nueva traición de la Patria la que dé prestigio ni en el pueblo ni en el ejército a un hombre execrable y aborrecible; será, por el contrario, un poderoso estímulo para acabar de una vez para siempre con todos estos elementos nocivos para la República…”. El 13 de enero del mismo año, ese periódico incitaba a los complotados contra el “Viejo Luchador”, 15 días antes del arrastre por las calles de Quito.

Alfredo Pinoargote, locutor de Ecuavisa, quien no tiene vela en este entierro, aclaraba hace poco: "Nosotros somos un Estado único, soberano, pero con una especie de dos países hermanos de Costa y Sierra; son dos realidades diferentes. (...) Eso está en los genes, fíjese usted que los líderes autoritarios generalmente son costeños… Pero en la Sierra es donde ocurren las hogueras bárbaras... A Alfaro lo incendiaron luego de convertirse en dueño del país".

¿Estos son criterios válidos para desnaturalizar la corrección de la historia, cuando  la han escrito solamente los victimarios? ¿Se hubiera podido conocer el origen de los pueblos americanos sin el aporte de los investigadores que fueron reemplazando mitos por verdades?

En un país como Ecuador, en el que las verdades se denuncian, la indagación histórica es la única herramienta para derrumbar el pedestal de las falsedades.

Ejercicios de desinformación como los precedentes permiten a los lectores cuestionar las decisiones editoriales. Decidir qué noticias son importantes y qué asuntos merecen ser contados son dos de las funciones esenciales del periodismo, pero no la selección de acuerdo a sus intereses, así como tampoco los mensajes subliminales cargados de insinuaciones y advertencias.

¿Será que Pinoargote trata de sugerir lo que le puede pasar al actual Presidente de la República si no desiste de los cambios que el país necesita y que tanto molestan a los tradicionales grupos de poder económico y a sus “insolentes recaderos”? ¿O tal vez lo que le podría ocurrir si no desiste de los juicios contra El Universo y uno de sus ex editorialistas, ahora que está a punto de concluir el proceso luego de la casación?