Son evidentes los resultados. La inseguridad pierde ese tono y “noticiabilidad” con la que estuvimos “acostumbrados” desde inicios de este siglo. Aunque algunos medios insisten en forjar una agenda noticiosa a partir de la crónica roja, ahora sus notas solo son para verificar los éxitos en el combate al crimen organizado y a esos desmanes de personas que resuelven sus conflictos con violencia criminal.

Y con ello han perdido peso los discursos de ciertos candidatos que solo estimulaban el miedo en la gente a partir de erigirse salvadores de la seguridad ciudadana. ¿Ya quedaron atrás esas propuestas de pena de muerte, cadena perpetua y combate a sangre y fuego a la delincuencia?
Pero el éxito pasa por varios frentes y por determinadas políticas públicas que tienen sentido y coherencia con un país y unas realidades concretas. No es posible copiar. Si bien la experiencia ajena ayuda, esos expertos extranjeros que llegaron para desaparecer, torturar y asesinar no son la mejor enseñanza. Respetando los derechos humanos de todos los implicados y juzgados se debe y se puede hacer justicia. Y para eso hizo falta un cambio de mentalidad en los mandos policiales y la reforma profunda en el sistema judicial de modo que hasta quienes son responsables de crímenes y delitos graves asuman su sanción con conciencia y no solo como un acto de castigo y de violencia.

Nadie puede afirmar que vivimos en el paraíso terrenal y que no hay problemas, pero el avance es significativo y tiene toda la perspectiva para forjar efectivamente una cultura de paz, de solución de conflictos bajo el amparo de la ley y sancionando con respeto a los culpables y responsables confesos.
Ante todo, hay dos condiciones básicas que ayudan en esto: una institucionalidad asentada en un ordenamiento jurídico claro y una profesionalización de la fuerza pública con ética y respeto.

Si alguien quiere explotar en la próxima campaña electoral el tema de la inseguridad, que sepa y ponga por delante las cifras claras. No hace falta, como lo hizo cierto alcalde, exacerbar el morbo de la violencia para ganar un puesto público. Lo fundamental es proponer cómo se construyen los escenarios de paz para las realizaciones personales, económicas y culturales de la gente.

Por todo ello, no solo que se debe felicitar a quienes conquistaron estas nuevas realidades, sino que -además- se debe presionar socialmente para evitar que el consumismo sea el detonante de la ambición que lleva al robo, al asesinato y al crimen atroz del narcotráfico.