El bombazo contra la televisión pública siria, ocurrido este miércoles último, rebasa cualquier consideración. Es un acto terrorista, se vea por donde se vea, con siete personas muertas, con un objetivo claro: silenciar la información que revela cómo y con qué se financia la oposición militar de ese país. Y acá, para variar, la prensa comercial solo calificó de un atentado contra un canal de televisión y no explicó las causas y los motivos políticos que están detrás de eso.

La televisión pública paraguaya recibe amenazas de los políticos de esa nación y tras la destitución de Fernando Lugo se cierran las emisiones donde la gente expresaba su rechazo al golpe de Estado. El objetivo: negar y ocultar lo que hizo Federico Franco en los últimos meses para hacerse del Gobierno paraguayo.

En Ecuador, el 30 de septiembre de 2010, un grupo de opositores, encabezado por un señor de apellido Guerrero, de mano de una señorita que nunca dijo ser asambleísta alterna socialcristiana, irrumpieron en la televisión pública, destrozaron sus puertas y hasta amenazaron a los empleados. El objetivo: apoyar la violación a la ley y el atentado contra el Presidente de la República, por parte de unos cuantos policías.

En Venezuela, durante la intentona golpista, los medios privados pusieron animados y telenovelas, pero algunos opositores quisieron que los medios públicos dejaran de informar. El objetivo: sacramentar la ilegalidad cometida y dar por hecho que lo ocurrido era legítimo y que Hugo Chávez estaba fuera del poder.

Entonces, los opositores se han propuesto atentar contra la libertad de expresión que tanto dicen defender y fomentar. Y lo que en realidad quieren es que no se sepa la verdad. Para el caso sirio, condenable en lo absoluto, ya raya en el fanatismo y sienta pésimos precedentes. Quizá por eso no vemos un comunicado de la UNP sobre estos temas.