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Otra vez la estrategia se revela tal cual: se crean ahora páginas web anónimas, sin responsables ni nada por el estilo y por ahí se lanzan acusaciones que son retomadas por la prensa privada, nacional e internacional. A partir de eso se citan supuestas investigaciones y aparentes análisis que no prueban nada e inmediatamente los medios locales los reproducen sin dar fe de su veracidad y mucho menos asumiendo la responsabilidad de lo dicho.
Y si fuese cierto lo que dicen y publican, ¿cuál es el temor de identificarse? ¿Por qué -guardando la fuente como es norma- no presentan así los documentos y las pruebas de sus “acusaciones”?
Recientemente ciertos asambleístas pidieron información a las entidades públicas y al “encontrar” irregularidades no las denunciaban ellos sino que las pasaban a los medios privados en calidad de “primicia”. Y determinados jefes de redacción y reporteros lucían ante sus audiencias como esos grandes profesionales que escarban en los rendijas de los poderes.
¿Casualidad o táctica revelada? Y siguen haciendo otras cosas de ese tipo, como la que este fin de semana apareció en una revista colombiana. Como se hizo allá, aunque ya una ecuatoriana había informado, ciertos canales “se sintonizan” con esa supuesta prestigiosa revista y le dan crédito porque viene de afuera. Entonces no dicen que “unas fuentes” proporcionaron la información -con claros afanes políticos-, sino que un medio prestigioso hizo una investigación.
De un tiempo a esta parte surgen páginas web sin firma de responsabilidad, donde aparecen documentos “probatorios” de supuestas irregularidades. ¿Qué tal si lo mismo se hiciera con la realidad económica de esos medios, de algunas empresas, empresarios y candidatos? ¿Cómo reaccionarían si se publicasen sus “pecados” y nadie asumiera con firma de responsabilidad la autoría de esas “denuncias”?