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A más de dos meses de la peor tragedia vivida por Ecuador desde hace 70 años todavía hay mucho por hacer. Y hay que ser autocríticos en todos los niveles. Al principio hubo mucho entusiasmo y eso ayudó a paliar el impacto. También hubo cierta novelería de grupos y personas con un claro afán exhibicionista. Desde las entidades estatales hay un seguimiento regular y un sostenido apoyo a las tareas de quienes tienen el trabajo más duro y abnegado. Pero, a pesar de todo ese altruismo no hay que aflojar. La solidaridad debe seguir y hay algunos ejemplos de personas y grupos que van regularmente y otros que están ahí, pero ya no hay el mismo entusiasmo. Que no solo sea una calentura la solidaridad y el respaldo que requieren miles de familias en Manabí y en Esmeraldas. La reconstrucción demanda todas las fuerzas y sabidurías posibles. Y a la vez, deben eliminarse las trabas para trabajar con eficiencia y rapidez. Esta es una oportunidad para revelar todo lo que constituye virtudes y talentos, como ocurrió en los primeros días, pero no puede decaer y mucho menos perderse. Hay mucho por hacer y eso nos invoca a todos. (O)