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La última semana del año es calurosa y la más acelerada también. Los preparativos para despedir al 2011 están en su punto más alto y la Secretaría Nacional de Riesgos ha creído conveniente prevenir peligros innecesarios y ha dado claras disposiciones sobre la forma y lugares establecidos para la ceremonia de la quema de monigotes en la medianoche del 31.
Para realizar esta actividad, cuerpos de bomberos y autoridades nacionales han dispuesto los espacios más adecuados para no afectar la seguridad de las personas, además de que existen ordenanzas municipales para que entendamos a la tradición como una ceremonia digna de celebrarla en lugares donde no implique peligro para la comunidad.
El puerto principal es un ejemplo de lo que pueden ocasionar los incendios forestales que han provocado una sensible pérdida de los pulmones naturales y las escasas áreas verdes. También es injustificable quemar los monigotes en arterias viales en fase de asfaltado o de rebacheo, pues el fuego daña la carpeta de rodadura, sin tomar en cuenta que, con la temporada de lluvia, vuelven a formarse los charcos que se había previsto eliminar.
Otro de los puntos en los que las autoridades han puesto mucho énfasis es en la seguridad personal y colectiva por el efecto colateral de los juegos pirotécnicos, artefactos de ingrata recordación por el desastre ocurrido en el corazón del sector Huayna Cápac, de la Bahía, en 1997, cuando más de treinta personas perdieron la vida por la explosión de las camaretas que se expendían sin ningún control.
El país vive actualmente un proceso irreversible de logros económicos y políticos, pero, sobre todo, culturales. No dejemos que la irresponsabilidad empañe el entusiasmo y buen ánimo que tenemos al terminar el año. La Revolución Ciudadana se fundamenta en el acatamiento de las leyes y es imprescindible que privilegiemos en nuestro imaginario colectivo el respeto a las disposiciones emanadas de las autoridades locales y del Ejecutivo sobre la seguridad de nuestros semejantes.