Hace algún tiempo se detectó un fenómeno complejo: ciertos medios, periodistas y analistas reemplazaron a los partidos políticos. Por tanto, la política real se mediatizó y los portavoces de las ideas, ideologías, pensamientos y debates políticos pasaron a esos espacios y en ese sentido los actores políticos reconocidos como tales ocuparon un segundo plano a la hora de generar la discusión pública y argumental.

En la era de la llamada partidocracia algunos de los editorialistas y analistas más leídos advirtieron de este fenómeno y fueron ellos los que llamaron a una profunda reflexión sobre el tema, pero también aconsejaron fijar unas normas sobre el gasto electoral y la participación política a través de los movimientos y partidos políticos. Por eso tuvo y tiene sentido el Código de la Democracia.

Pero más allá de lo deseable y de la normativa vigente, hay un “poder fáctico” llamado aparato mediático conservador que actúa para incidir en la vida política y que tiene gran eco en los movimientos y partidos políticos, generalmente o casi exclusivamente, de la oposición actual. Aunque insistan que es al revés, bastaría ver todos los días quién establece la agenda política desde la agenda mediática. Y también de qué modo ciertos supuestos líderes y generadores de opinión se someten a la opinión del medio y del entrevistador.

El año que recién empieza, como ya se sabe, estará marcado por una intensa agenda electoral ya que en febrero de 2017 habrá comicios generales para elegir presidente y vicepresidente de la República, así como los legisladores. Y ya podremos constatar hasta dónde todo lo anterior tiene sentido y se expresará del mejor modo.

Por lo pronto ya vemos que algunos movimientos y partidos se adelantan a colocar sus candidatos (de hecho ya hay uno que se autoproclamó sin ningún proceso previo o participativo de sus supuestas bases). Pero en realidad quienes obligan a esos actores a hablar de determinados temas son los medios y periodistas de ese aparato mediático conservador. Incluso, en determinadas plataformas virtuales y blogs prácticamente imponen los temas de los que deben hablar los candidatos autoproclamados.

Claro, siempre alrededor de cómo van a desmontar el ‘correísmo’. No hablan de cómo afrontar las dificultades económicas desde posturas reales y pragmáticas. No señalan dos o tres modelos distintos que garantizarían a los ciudadanos mantener todos sus derechos, las políticas públicas de orden social, económico y cultural, pero mucho menos señalan una sola ruta efectiva para administrar un Estado con una enorme inversión pública en todos los órdenes.

En el panorama no se ven talleres, reuniones, convenciones, asambleas, congresos o algo por el estilo de esas organizaciones para profundizar el debate para afrontar las dificultades del Ecuador y del mundo. Salvo dos o tres excepciones (las cuales no tienen la atención de la prensa privada), no vemos una actividad partidaria real y responsable para los próximos procesos democráticos y en cambio sí es evidente el protagonismo mediático para imponer su agenda política. (O)