Michel Temer ha sentado un pésimo y nefasto precedente para América Latina, como ya lo hicieron otros en Honduras y en Paraguay, por ejemplo. Y él solo es el brazo ejecutor de un plan transnacional, empresarial y político. Sin ninguna duda constituye el modo de subvertir el orden democrático cuando este no está al servicio de unos grupos empresariales, de una potencia militar hegemónica mundial y bajo el sustento del aparato mediático global.

Lo ocurrido esta semana en Brasil es el resultado de un largo y sistemático proceso de acoso político y mediático de esa bien articulada oposición conservadora. No solo que acaban con el desarrollo de políticas y planes públicos a favor de los pobres (las cifras de la reducción de la pobreza lo dicen todo), con un sentido de la soberanía, con la integración verdadera y con la búsqueda de autonomía política, sino que revelan el modo en que actuará la derecha en el resto del continente si en algunos países (como podría ser Ecuador) no obtienen la Presidencia y alcanzan la mayoría parlamentaria.

Han dejado un precedente nefasto bajo el supuesto de que todo ello se hace en el marco de las leyes vigentes. Sí, pero ya sabemos que no solo basta con usar las leyes, sino que hay que construir un supuesto malestar y el imaginario de que las izquierdas son incapaces de gobernar y solo las derechas pueden crear un “vivir bien” sin corrupción. (O)