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La cifra puede ser explicada, pero jamás justificada. De un modo u otro, nos hemos dejado arrastrar por una oleada de consumismo que va en sentido opuesto a una actitud ecológica amigable para el planeta.
Por las razones que fuesen, sin fanatismos ni prejuicios, ese número de teléfonos en desuso somete a la naturaleza a un franco deterioro.
Y si a esa cifra se suman los celulares en uso y los millones que se ofertan todos los días, tenemos -en volumen- un considerable excedente. Si bien es necesario, este aparato no puede constituirse en un agente de contaminación.
En conciencia, depende de cada uno de nosotros detener la “invasión” de estos adminículos de comunicación, ninguno de los cuales -de paso- se diseña ni produce en nuestro país.