La capacidad pedagógica y disuasiva de los operativos de control a vehículos mal estacionados en Quito, de las últimas semanas, aún está por verse.

Sin embargo, el efecto de los controles del Municipio sirve como muestra de la forma de ser de los quiteños, en particular, y de los ecuatorianos, en general.

A través de redes sociales se viralizaron videos de personas que insultaban, empujaban y bloqueaban para evitar que sus automotores, mal parqueados, fueran remolcados afuera de dos estadios y varias iglesias.

No faltó el infractor que, al ser preguntado por algún medio por qué había cometido la falta dijo, justificándose: “Porque no hay parqueaderos”.

Este tipo de respuestas y actitudes son comunes en nuestra sociedad. Se repiten a diario en quien deja el carro estacionado en doble fila porque solo va a retirar algo y no se demora; en la persona que adelanta a quienes esperan turno, con el argumento de que hará una pregunta; en el conductor de bus que pita para que la unidad de adelante avance y luego se detiene en cualquier parte para esperar pasajeros; o en el ciclista que reclama respeto, pero está cerca de arrollar a los transeúntes cuando circula por las aceras.

Hay casos más extremos; por ejemplo, la destrucción de radares con disparos y a golpes en vías de Quito y Ambato, en abril y septiembre de 2016, respectivamente, en lugar de moderar la velocidad de la marcha.

Otros son potencialmente dañinos para la sociedad, como la propuesta de algunos transportistas para que se elimine el sistema de reducción de puntos de la licencia, bajo el argumento de que no ha funcionado porque ellos siguen cometiendo infracciones y algunos, incluso, manejan sin tener punto alguno.

Estas acciones reflejan una actitud de poco respeto por las normas y hacia los demás. Algo parecido a: “Que otros respeten las leyes”.

El Estado de derecho, la democracia y el desarrollo, sin embargo, se basan en el acatamiento de la normativa legal por parte de todos, y en cualquier circunstancia, en una sociedad civilizada. (O)