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La decisión del Gobierno ecuatoriano de renunciar unilateralmente a las preferencias arancelarias con EE.UU. marca un hito histórico y cierra una presión concebida y generada desde una visión absolutamente mercantil de las relaciones internacionales.
No olvidemos: los Estados no pueden definirse por los modelos de mercado. Y tampoco es cierto que a partir de decisiones soberanas soportemos presiones concertadas también con actores locales. Por lo pronto, hay medidas que pueden ayudar a un comercio más abierto y múltiple.
No somos un mercado ni una nación comercial: tenemos una Constitución con unos principios claros y un proceso político que va más allá de paradigmas y neocolonialismos. Y eso sí lo entienden también los empresarios.