Quizá  el debate fue más ideológico y político, sin ninguna duda. Lástima que en algunos medios privados y comerciales eso no haya sido lo medular de su preocupación. Y eso les pasa por estar más ocupados de las agendas políticas de “sus” candidatos y no de lo de fondo.

¿Cuál fue el debate? El rol del Estado en la economía, en la sociedad, en la cultura y hasta en la política internacional. Evidentemente hay dos posturas que se expresan de distinto modo en cada uno de los ocho candidatos. La una es la que defiende a ultranza un liberalismo donde el Estado es un mero administrador de la burocracia al servicio del capital.

La otra es donde un Estado regulador, con fuerte incidencia en la economía, con reglas claras, garantiza la consecución de objetivos planteados en un plan nacional de desarrollo. Entre esos dos postulados se han expresado los candidatos. En el segundo, por lo menos, hay tres  que se han expresado por sostener, con sus matices, al Estado. En el primero, los cinco restantes.

Sin embargo, la mediatización de la política ha elegido otros asuntos, de menor sentido y profundidad, para con ello decir que no hay debate. Por supuesto que no hay el debate que ellos quieren y a favor de quienes quieren, pero en la sociedad hay una preocupación de qué va a pasar con las conquistas sociales si el Estado se asume a favor o en contra de una de las dos posturas.

Esa preocupación está en la gente porque ha experimentado, tras largos años de neoliberalismo, lo que es capaz de hacer un Estado regulador, que ejerce su legitimidad ante los actores económicos y les puede cobrar impuestos para trasladarlos a la obra pública y a los servicios básicos y sociales. Hubo debate, y del bueno, camuflado a veces en slogans, pero el domingo se verá qué postura ganó.