Las posibles afectaciones del patrimonio como consecuencia de las obras para la movilidad de grandes ciudades, como Guayaquil y Quito, continúan despertando discrepancias.

El tema no solo es motivo de discusión en Ecuador, pues también en otras partes del mundo unos piensan en la necesidad de mejorar la transportación y otros temen a los daños de la memoria cultural.

Sucedió en México en los años 60 del siglo XX cuando se construía el metro, previamente a los Juegos Olímpicos que se celebrarían allí en 1968; también ocurrió en Atenas, cuando las labores del metro antes de los Juegos Olímpicos de 1996. Pero en ambos casos las obras se terminaron y las autoridades buscaron la manera de no afectar el rico patrimonio cultural de ambas ciudades, especialmente de la capital griega, cuna de la civilización occidental.

En el caso de la Aerovía en Guayaquil, el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural ha dado seguimiento a la afectación física y urbano-paisajística de inmuebles para este proyecto, ante las críticas de urbanistas y arquitectos en el sentido de cómo ese sistema alteraría el paisaje urbano del centro y atentaría contra la protección del patrimonio.

El caso de Quito fue especialmente álgido al paso de la obra del metro bajo el Centro Histórico, sobre todo en la Plaza de San Francisco, considerada como núcleo fundacional de la ciudad. La expectativa en este caso, como en Atenas, es que se dejen los restos arqueológicos en espacios a manera de museo.

Si bien el crecimiento de las urbes obliga a buscar soluciones a la movilidad, el tema patrimonial nunca debe ser considerado de segunda categoría, por lo que valen los esfuerzos de ambas partes por atenuar cualquier daño.

Patrimonio y movilidad son una oportunidad para reflexionar sobre los espacios y su uso: en San Francisco la memoria tendrá una representación pública. Y en el caso de Guayaquil es necesaria la participación de todas las partes para no afectar a la ciudad. (O)