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El Telégrafo

Mégara

23 de agosto de 2021 - 08:04

Durante los últimos días, nuestros ojos se han llenado nuevamente de imágenes de dolor, destrucción e impotencia ante el ascenso del terror talibán en territorio afgano Al igual que en un filme distópico, hemos contemplado estupefactos cómo seres humanos, en medio de la desesperación, caían desde el cielo luego de aferrarse a la esperanza que, paradójicamente, abandonaba Kabul en los últimos aviones que lograban despegar de su aeropuerto.

 

Entonces, las miradas y la atención general se han trasladado a la respuesta por parte de los EE. UU. en la figura de su presidente. Este, que a inicios del verano había manifestado que era “improbable” una nueva toma del poder por parte de los talibanes, en dos conferencias de prensa, y luego de calificar a la situación como desgarradora, responsabilizó del fracaso a la falta de voluntad política por parte de los líderes afganos. Sin embargo, y a diferencia de lo que muchos sectores esperaban, se ha mantenido inalterable respecto de la decisión sobre el retiro de sus tropas, y sin mediar autocrítica alguna, se ha limitado a justificar la decisión de abandonar Afganistán y se ha comprometido a dotar de todos los medios necesarios para ejecutar el plan de evacuación de su gente.

 

Es así como la situación actual en Oriente Medio nos obliga a revisitar el pasado y contemplar cómo la historia no deja de repetirse una y otra vez. Si bien muchos medios han comparado a lo sucedido en Afganistán con la caída de Saigón en aquel lejano abril de 1975, bien podrían plantearse paralelismos en períodos históricos mucho más distantes y observar cuáles fueron las consecuencias de determinadas decisiones.

 

Así, por ejemplo, podríamos ir veinticinco siglos al pasado y hablar de Mégara, pequeña ciudad que hasta el día de hoy se asienta en la periferia del Ática, y que se establecía como la única vía terrestre que comunicaba el Peloponeso con el resto de Grecia.  Si bien durante el S. V A.C., Mégara fue un aliado de Atenas (tal es así que los atenienses, establecieron campamentos en la ciudad por diez años), para el 445 A.C., los megarenses se rebelaron contra Atenas y tomaron el control de la ciudad, aliándose esta vez con Esparta. Entonces, un Pericles viejo, afectado emocionalmente y reticente a hacer concesiones, estableció los denominados Decretos de Mégara, que buscaban a través sanciones de corte económico y comercial, perturbar a la pequeña ciudad y evitar que su alianza con los espartanos afectase a Atenas. No obstante, la medida precipitó un reclamo por parte de Esparta, que al encontrarse con la negativa y persistencia del líder ateniense, desembocó en la guerra del Peloponeso.

 

¿Cómo terminó esta historia? Pues bien, los espartanos invadieron el Ática en el 431 A.C. y obligaron a que los atenienses se encerrasen en sus muros. No obstante, para el 430 A.C. y cercados por sus enemigos, los atenienses (Pericles incluido), sucumbieron ante una de las primeras pandemias de la cuales se tiene registro, no sin antes responsabilizar a su líder por la guerra y sus desventuras.

Dice John Lewis Gaddis que conquistar un territorio que no se necesita puede ser un error pero que dejarlo ir es un peligro. Las estrategias basadas en la retirada y el aislamiento requieren un gran aplomo y control, pues no es nada sencillo observar el desastre en las regiones que otrora estuvieron controladas, sin perder la confianza propia y reforzar, paralelamente, la de los adversarios. Aun cuando parezca que la salida más racional es no insistir en un conflicto por una causa perdida y más aun, con recursos limitados, muchas veces las retiradas se confunden con derrotas y, en lugar de infundir seguridad y precaución, transmiten miedo y dudas.

 

Eso lo supo Truman, cuando luego de anunciar un perímetro defensivo sobre las islas del Pacífico occidental, tuvo que retractarse a los pocos días luego de saber de la invasión norcoreana (y con ella los soviéticos y chinos) de la península de Corea, iniciándose así una guerra que terminaría con la división que hasta el día de hoy afecta al hemisferio oriental pero que indirectamente ha permitido a EE. UU. tener voz en dicho territorio.

 

Como Tucídides, hoy más que nunca es fundamental recordar que el conocimiento del pasado es la mejor forma de comprender el futuro. Que la historia nos sirva para evaluar lo que sucede y adelantarnos a precisar las posibles (y terribles) consecuencias, de lo que, hasta ahora, para muchos pareciese ser una “simple” situación aislada.

 

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