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El tema es complejo y no se reduce solo a la denuncia y al escándalo con el que se puede mirar mediáticamente. Va más allá: el incremento del uso de Internet en la administración de cuentas, páginas web y el “trabajo” de piratería dan cuenta de un problema nacional que es urgente abordarlo desde distintas ópticas y recursos.
Por un lado está el control (por ejemplo de los bancos y todas las instituciones financieras), pues la mayoría de denuncias se concentra en la creación de páginas web falsas por donde se desata el mayor fraude. Por otro lado está la poca información y seguridades que se les ofrece a los usuarios para el manejo adecuado y seguro de estas herramientas, que si bien facilitan el tiempo y el uso mucho más técnico, dejan flancos por donde los delincuentes informáticos hacen “maravillas”.
Era de suponer: en la misma proporción que se incrementa el uso de las nuevas tecnologías, iba a crecer el fraude y los delitos, precisamente porque algunas personas inescrupulosas que son las encargadas de llevar el control son las que trasladan, venden o negocian claves y cuentas de los ciudadanos, muchos de los cuales son todavía poco cuidadosos con estas herramientas.
Mientras más se denuncie, algo se podrá reducir la fragilidad, pero también es cierto que los bancos y las instituciones financieras deben asumir responsabilidades concretas en esto: ¿Cómo califican y organizan a su personal en el uso de dinero ajeno bajo lógicas informáticas sin el riesgo de robos menores y/o millonarios? ¿Qué garantías tienen los clientes y usuarios de que al entregar su dinero las claves no sean vistas y/o usadas por empleados de estas instituciones?
Por ello, no solo que debe elevarse el control y la seguridad, sino ampliar profundamente la información y la educación a los ciudadanos en esto, más allá de las consabidas promociones.