Como un buen símil resulta el tema de los radares para identificar o “detectar” a quienes se prestan al mejor juego “patriótico”, pero de patrias ajenas.

El radar, según los diccionarios, “es un sistema que usa ondas electromagnéticas para medir distancias, altitudes, direcciones y velocidades de objetos estáticos o móviles. Su funcionamiento se basa en emitir un impulso de radio, que se refleja en el objetivo y se recibe típicamente en la misma posición del emisor. A partir de este ‘eco’ se puede extraer gran cantidad de información. El uso de ondas electromagnéticas permite detectar objetos más allá del rango de otro tipo de emisiones (luz visible, sonido, etc.)”.

Y así funcionan también esos acólitos de otras patrias y otros intereses. Esos acólitos son, por ahora, un asambleísta, un ex director de inteligencia y unos cuantos entrevistadores y periodistas de los medios de la oposición. O sea: apenas tienen un “impulso electromagnético” que detecte la posibilidad de hacer oposición, instalarse en los sets de televisión y de radio o de recibir la atención de los prestigiosos entrevistadores, salen a decir todo lo malo que ocurre en la patria, a la que ellos no sirven porque son otras a las que tienen más afecto.

Con el “eco” de su “radar” político, pero beneficiados de toda la plataforma mediática a su disposición, empiezan su peregrinaje, sin importar que con ello puedan afectar la seguridad nacional a la que dicen defender. Si ellos estuvieran en países como EE.UU., esos temas, como militares en servicio pasivo o legisladores, tendrían un tratamiento muy particular y riguroso para garantizar que ningún comentario  afecte a la seguridad nacional.

Ya quisiéramos ver a esos “acólitos” hacer lo mismo en aquellas naciones que dicen admirar y a las cuales proclaman como verdaderas democracias. Por lo que han hecho, o por menos, estarían presos.