Si los analistas políticos, que en su mayoría participan en las entrevistas matinales, pusieran énfasis en los contenidos de las “protestas” tendríamos no solo material de reflexión para un mes, sino también para explicar el momento político del Ecuador. Y con ello comprender mejor y con más argumentos fácticos qué mismo estamos discutiendo en la escena pública.

Por ejemplo: las banderas contra el TLC, la flexibilización laboral, el Plan Colombia y la demanda de respeto a los derechos económicos fueron el sustento político y movilizador de la Conaie y los movimientos sociales en general, hace menos de una década. Con esas banderas, algunos dirigentes colocaron su imagen y posicionamiento político para llegar a cargos públicos (alcaldes, concejales, asambleístas o ministros).

Sobra decir por qué esas demandas ya no están en los pliegos de peticiones. Y también vale preguntarse por el contenido de las actuales demandas en esos “pliegos de peticiones”:  ¿por qué ahora se justifica la salida de Rafael Correa si lo que se pide es “No al libre comercio con Europa” cuando mil veces se ha repetido que ese no es el tema de fondo de los acuerdos comerciales con ese continente? ¿Se entiende el pedido de renuncia cuando se han entregado 400 mil hectáreas de terrenos y en los pliegos se reclama reparto de tierra para impulsar la Revolución Agraria, que es una tarea de este Gobierno? ¿Cómo explican los dirigentes indígenas la tesis de “No a la minería” si proliferan minas ilegales en manos de indígenas en las zonas amazónicas? ¿Los dirigentes de la UNE pueden pedir la “cabeza de Correa” cuando los profesores han recibido mejor sueldo y ahora son evaluados para evitar las designaciones “a dedo”? ¿Los despidos a burócratas dan sentido a la protesta cuando quienes dejaron la función pública, con una indemnización justa, no son los que reclaman?