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Celebraciones como el Día Internacional del Niño solo se prestan para un profundo enfoque sobre la necesidad de colocar a la infancia como un objetivo nacional estratégico. No cabe duda de que hablar de los niños y niñas puede llevar a todos los lugares comunes y hasta cursis discursos.
La realidad, concreta y palpable, es que ahora los niños ecuatorianos tienen esperanzas, asumen su futuro como un reto posible y prometedor. Quienes ahora estudian en la primaria están convencidos de que llegarán a estudiar en la universidad y tener una profesión. ¿No es ese un cambio trascendente y revolucionario? ¿Cuál era el destino de los niños hace una década? La desesperanza y hasta la resignación con su destino.
Las cosas han cambiado en muchos aspectos materiales, pero lo más significativo y contundente es lo que viven nuestros niños y cómo sobrellevan sus esperanzas. Claro que todavía hay menores en la pobreza y la precariedad. Y mientras haya un niño pobre, sin comer o fuera de la escuela, nada se ha hecho todavía.