Aunque son menores y no acarrean graves consecuencias, a pesar de los destrozos materiales, no hay víctimas que lamentar.
Ya hubiesen querido ciertos sectores que ocurrieran muertes para justificar la campaña de desprestigio que emprendieron contra la tarea del Consejo Nacional Electoral, tal como lo hizo un alcalde reelecto, que hasta le endilgó ser un ministerio del Gobierno.
Sin embargo, es injustificable y hasta incomprensible la reacción de ciertos actores políticos: unos llamando a la violencia y otros respaldando con su silencio la actuación de sus partidarios.
Si hay errores, fallas y hasta delitos, para eso están las instancias y autoridades correspondientes. Lastimosamente todavía quedan rezagos de prácticas que contradicen el fervor democrático.