En los últimos meses hemos visto varias noticias sobre contundentes golpes al negocio  del tráfico de drogas ilícitas. Son 42 toneladas capturadas solo este año. Cada una de esas noticias señalan una evidencia dolorosa: ese tráfico se incrementó considerablemente, quizá porque desde hace mucho tiempo las autoridades del ramo no le dieron la importancia y la trascendencia debida a un complejo fenómeno que nos parecía lejano y solo de preocupación extranjera. Y hay otra posible explicación: los narcotraficantes utilizan métodos cada vez más sofisticados para evadir los controles y no hay quien dude que el dinero que genera también provoca corrupción en ciertos niveles para facilitar su negocio.

De todos modos, lo más importante es el salto que ha dado la Policía en esta lucha. El trabajo de inteligencia y el control persuasivo en ciertas áreas generan mejores resultados y logran golpes certeros. Empero, falta más control y mucha más vigilancia a los negocios conexos.

Fundamentalmente el tema también es otro: esos golpes solo son la punta del ovillo de una cadena de hechos y fenómenos que están a la vista de mucha gente. Se trata de un estilo de vida, de una cultura a favor del dinero fácil, sin importar la ilegalidad cometida para enriquecerse. Eso no se soluciona golpeando solo  a los “obreros” del narcotráfico, sino a la cadena y sus nudos. El lavado del dinero que viene de las drogas no va a desaparecer con las capturas -pese a ser  importantes-, ya que  oculta una red mucho más intrincada y compleja, a veces manifiesta en la opulencia y arrogancia de determinadas personas.

Por ahora solo resta apoyar a la Policía, felicitar a las autoridades y, a la vez, exigir un sostenimiento mucho más estricto de lo que se ha hecho, además de una estrecha colaboración de la ciudadanía para acabar con el mal mundial.