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El tutelaje internacional con el que ahora se mueven determinados actores políticos, bajo el disfraz de medios de comunicación, remueve esas viejas prácticas colonialistas.
Basta con que un diario extranjero, un organismo internacional (gubernamental o no) y una supuesta personalidad señale con su dedo los aparentes “desmanes” de un gobierno latinoamericano para que los poderes fácticos locales los coloquen en primera plana o sean motivo de sentencia moral incuestionable.
Por mucho tiempo, entidades, personalidades, autoridades y entidades no gubernamentales denunciaron el malhadado mandato de la Organización de Estados Americanos de excluir a Cuba de ese organismo, bajo el designio de los Estados Unidos, dentro del marco de la Guerra Fría. Nunca sirvieron de nada esos pronunciamientos y, si fuera por Washington, eso habría seguido así por los siglos de los siglos. Y por acá, esos actores políticos jamás hicieron de eso una trinchera de lucha a favor de la reintegración de Cuba a un organismo que, por derecho histórico, le correspondía.
Y conmueve que ciertos medios ahora asuman esas declaraciones internacionales como el mandato divino con el que hay que convivir sin ningún sentido crítico, y menos para revisar hasta dónde responden a intereses muy concretos, pero sobre todo que rayan todo concepto de soberanía y autoderminación de los pueblos.
¿Ahora viene la Unión Europea a darnos clases de libertad de expresión?, ¿Cuando entre sus miembros han ocurrido casos como el de los poderosos propietarios de medios que, utilizando periódicos y canales de televisión y corporaciones mediáticas, han fraguado negocios particulares, colocado presidentes en los gobiernos, diputados en los parlamentos y alcaldes en las ciudades sin ninguna clase de vergüenza?. Y no todos, por supuesto, han servido a la comunidad europea, sino que se han servido de ella para garantizar los negocios que tienen sumida en la peor crisis a esa región.