Publicidad
Julian Assange finalmente no tiene pendientes con la justicia sueca. Tuvieron que transcurrir cinco años para que las autoridades de ese país dieran la razón a Ecuador.
Quito siempre se mostró dispuesto a permitir el interrogatorio en la embajada donde se refugia el fundador de WikiLeaks. Pero Estocolmo se resistió, sin ningún tipo de argumentos. El Gobierno del país escandinavo aceptó la diligencia cuando la denuncia estaba por expirar.
Ni siquiera importó el falló de la ONU que declaraba que Assange estaba sometido a una detención arbitraria. Una vez cumplido el interrogatorio, la fiscal a cargo del caso desistió. Ahora solo falta que Reino Unido dé su venia para que el activista venga a Ecuador. Ojalá y este proceso tampoco tarde. Ya es hora de acabar con el injusto encierro del periodista.
El caso deja en evidencia la soberbia con la que actúan las potencias europeas. Solo cuando se quedan sin alternativas ceden ante lo que la lógica dicta desde un principio. (O)