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Desde Latinoamérica se observa a España con dolor, pero también con incomprensión. Es difícil entender cómo en un continente que ha progresado tanto en la integración, que prácticamente ha borrado sus fronteras, una región busque la independencia.
Y peor aún, por fuera de la legalidad. ¿De qué sirve proclamar la secesión sin el reconocimiento internacional? Eso no tiene ninguna utilidad, salvo golpear la mesa y ahondar la crisis.
Pero los únicos responsables no solo son los nacionalistas (hay que recordar que Europa fue protagonista de dos guerras mundiales justamente por este sentimiento) sino también el gobierno de Mariano Rajoy, que adoptó una posición intransigente desde el principio.
Recordemos que fue su agrupación política, el Partido Popular, la que demandó la inconstitucionalidad del estatuto autonómico de Cataluña, y ese fue el detonante del problema porque les dio alas y argumentos a los extremistas que de a poco crecieron en número.
Reconocer ese error sería un gran gesto para los catalanes, que se sintieron agredidos por Madrid. Toda crisis política se resuelve con el diálogo y esa debe ser la herramienta a usar. De cualquier forma, Latinoamérica lo único que desea es una España unida y fuerte. (O)