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Las fuertes réplicas del pasado miércoles nos provocaron un gran susto. Pero al mismo tiempo nos dieron la medida de nuestra capacidad de reacción, prevención y respuesta colectiva ante un nuevo sismo de grandes proporciones. Como nación, nos debemos una reflexión madura, que aleje esos revanchismos políticos, a los exhibicionistas innecesarios y al rumor como herramienta de escándalo mediático o proselitista. La capacidad institucional del Estado nos obliga todavía a ajustar algunos procesos, en particular en los gobiernos locales; pero todo esto es una pedagogía para un aprendizaje general. De hecho, tenemos por delante mucho trabajo con los niños y jóvenes, con la prensa y con los opinadores de siempre: no hay mejor ‘polo a tierra’ que sentir que somos seres débiles y transitorios frente al poder de la naturaleza. Apenas había pasado un mes de la tragedia del 16 de abril y comenzaron los ataques políticos y la peor tarea proselitista. Hoy tenemos obligaciones mucho más vitales y urgentes. (O)