Por ahora los cambios más profundos e importantes no se miran ni siquiera en las estadísticas. Esos cambios tienen que ver con la vida cotidiana de la gente, con sus relaciones interpersonales y  sus perspectivas y aspiraciones individuales.

Y en eso hay una transformación evidente: las madres de nuestros tiempos tienen otros desafíos, aunque todavía subsisten algunos problemas graves. El principal desafío es su incorporación al trabajo en mejores condiciones y con igualdad de oportunidades. Hay un reconocimiento a su labor en el hogar como parte de la economía, aunque a veces en las propias familias eso no se entiende a cabalidad. 

También es cierto que la existencia de miles de madres adolescentes es un problema social lamentable, que debe asumirse como una responsabilidad colectiva y familiar. No es posible que las mujeres asuman roles de madre cuando todavía ni siquiera han terminado su vida estudiantil ni se han formado sicológicamente para tareas complejas. Por eso hace falta mayor discusión en el tratamiento de estos temas.

De ahí que el Día de la Madre, más allá de que es una fiesta comercial, debe servir para reflexionar colectivamente sobre los roles de las mujeres cuando se incorporan a tareas productivas, su mayor participación en la toma de decisiones en diversos sectores, la presencia en la formación de profesionales y en la generación de conocimiento y tecnología.

Todo ello, en la práctica, debe servir para derrotar al machismo crónico que soportamos. Hace falta entender que mayor trabajo de las mujeres no puede significar menos labores para los hombres en la casa. Al contrario, debe, como ya hay ejemplos, permitir que se compartan las tareas y responsabilidades con los hijos y con el hogar. Hay que dejar atrás eso de que los hombres ‘ayudan’ a las mujeres como si fuesen auxiliares o como una tarea optativa.

La masculinidad no está en crisis por el trabajo de las madres y las mujeres en muchas actividades. Al revés, se afirma, se consolida y adquiere su real dimensión. Por ahora las familias, en todas sus expresiones, tienen mejores condiciones para un desarrollo armónico.  Eso sí falta mucho para entender que las madres no son seres condenadas al hogar y al sometimiento de sus esposos. Las mismas mujeres requieren una mayor discusión sobre lo que significa el propio matrimonio: ni patriarcado ni matriarcado, solo relación de armonía para forjar una sociedad de equidad y justicia para todos.