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Ecuador no es un libreto ni un escenario para un montaje cualquiera. Si algo nos enseñó la llamada ‘larga y triste noche neoliberal’ es que las estructuras sociales no se modifican desde las visiones de las ONG ni de élites deseosas de hacer un país parecido a otro ‘occidental’ y mucho más a los modelos contables de ciertas entidades financieras y empresariales. Y ahora que se avecina el proceso electoral (si ya no empezó) han surgido de nuevo esos formatos y llamados a construir una ‘agenda mínima’.
Por lo visto hasta ahora, en esa no cabe para nada lo construido en estos casi diez años. Allí no cuenta el desarrollo social, solo el productivo y empresarial. Y no dejan de lado el llamado a recuperar libertades, como si las de trabajar, producir, pensar, protestar o asociarse no se evidenciaran todos los días en Ecuador; incluso, gracias a ello existe una oposición dividida, disputas personales, grupales y corporativas. En las agendas mínimas se pide derogar la Ley de Comunicación, por ejemplo. ¿Para todo ello contaron con la voz y opinión de la ciudadanía? ¿A espaldas del pueblo y de la gente se hacen esas agendas? Sí. (O)