La comunidad GLBTI no está satisfecha con la respuesta del alcalde de Guayaquil, como tampoco estuvo en su momento con el pastor Zabala y al final ganó la demanda. Y no se trata de un capricho ni tampoco de un fervoroso reclamo ilegal.
Todo lo contrario, desde que existe el delito de odio, los actores políticos saben que hay unos límites con sus expresiones y para ciertos ‘deslices’ homofóbicos.
Por más viril que pueda parecer cualquier ciudadano, debe saber que afectar, ofender e injuriar a una comunidad, como lo es la GLBTI, tiene consecuencias y lo único que se pide es rectificación y disculpas.
Esa vieja política de agredir y con ello, supuestamente, menoscabar la imagen de un ‘adversario’ con insultos homofóbicos debe quedar en el pasado.