En campaña electoral, ciertos actores políticos asumen que el mejor modo de promocionarse es denunciar y escandalizar. Y no está mal que la denuncia se haga, si hay motivos y respaldo documental suficiente. La lucha contra la corrupción -y contra toda irregularidad que afecte al bien común y al fisco- no debe ni puede tener límite ni distinción. Sin embargo, por el protagonismo buscado, parecería que no se miden los límites éticos, y menos los jurídicos.

Ya hay varios casos de personas afectadas por supuestos actos de corrupción que, tras la publicación en algún medio, quedan señaladas. Y cuando se hace la corrección, rectificación o pedido de disculpas, solo tiene un lugar secundario en la edición del medio donde se publicó. Pero lo más grave es que quien lo hizo queda como un héroe y con un supuesto prestigio político.

Hay varios casos del pasado y sabemos dónde están esos personajes que supuestamente lucían en su currículum la ‘lucha contra la corrupción’. Ojalá los de ahora no tengan ese mismo destino, si insisten en escandalizar antes que hacer denuncias con absoluta responsabilidad pública. (O)