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El país entero ha visto las imágenes de las ‘protestas’ de los estudiantes del colegio Montúfar en Quito. Para nadie resulta entendible el nivel de violencia con la que actúa una centena de sus alumnos. Es más, según las gráficas, parecería que a ellos se les desalojó, clausuró el colegio o se afectó su derecho a la educación. Pero nada de eso ha ocurrido, y mucho menos que a los 16 profesores se les haya dejado en la calle. Una reubicación es normal en cualquier parte del mundo. Lo anormal, injustificable y hasta condenable es la violencia y la paralización de un gran sector de la ciudad. Así como nadie duda que es injustificable una ‘protesta’ de esta magnitud, también sabemos que detrás de eso está ese partido político que no trabaja para los estudiantes ni por el bien de la educación. Sus prácticas lo revelan de cuerpo entero. Mucho más después de que se sanciona por los delitos cometidos y comienza la campaña de victimización. Claro, con el apoyo militante del aparato político y mediático conservador. Esas imágenes solo dan tristeza porque evocan ese pasado que se quiere superar, pero algunos aún se resisten a base de violencia. (O)