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Quienes llaman a la tolerancia, al respeto y hasta enarbolan las banderas de la dignidad, la libertad y otras demandas liberales no han sido del todo tolerantes, respetuosos y tampoco entienden y consideran la dignidad de los otros. Eso es lo que, por lo menos, se expresa en las gradas de la Plaza de Toros Quito, en estos “días de feria”.
Desde la “masa culta y elitista” lanzan improperios aquellos empresarios, hacendados, banqueros y empleados de todos ellos, con cargos ejecutivos, ocultos en los sombreros de paja y en las gafas de moda. Y los destinatarios de esos insultos son, más/menos, según ellos “las vacas de la Revolución Ciudadana”. Así, como si nada.
Son ellos, con sus comportamientos, lenguajes, expresiones y hasta florido léxico, igualitos a algunos opositores que hacen del recinto legislativo el escenario “inmune” e “impune” para ofender a todo aquel que no comparta su visión del mundo.
Han hecho del espectáculo más elitista de la capital el escenario para el desahogo de unas cuantas verborreas y desplantes en un país, como ellos dicen, donde la libertad de expresión no existe. Si fuese cierto, entonces asuman esa libertad y su dignidad con la misma exigencia que demandan del resto. Pero no, la “aristocracia” quiteña, prevalida de una superioridad étnica, cultural y hasta política, no entiende de eso. Y como está en un momento de inflexión y hasta involución, pues sus valores están en crisis y cuestionados desde una amplia ciudadanía y nuevas generaciones, no tiene otra respuesta que la irónica mofa y el desplante más clasista.
Son estos “aristócratas” los que aplaudían a los policías al día siguiente del 30 de septiembre de 2010, en el estadio de la Liga, y se mordían las uñas por no haber visto en sus primeras planas que el Gobierno caía. Y son los mismos que dijeron que, por culpa de Rafael Correa, tras la consulta del 7 de mayo último, los precios subirían, la pobreza aumentaría, las libertades estarían liquidadas y el Ecuador sería prácticamente un cuartel.