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Se trata del segundo organismo con mayor membresía después de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Y es, en la práctica, un grupo de 120 países con claros afanes pacifistas y democráticos, por encima de apetitos hegemonistas y totalitarios. Este fin de semana el Movimiento de los Países No Alineados realizó su XVII Cumbre y reafirmó su clara condición política en un documento que deberá ser el lugar de partida para algunas tareas globales.
Entre ellas se destaca ese anhelo permanente de democratizar la ONU y que se convierta en un espacio horizontal para la toma de decisiones, donde no prevalezca el criterio de unas pocas potencias, por más poderosas que sean. A la larga esa será una tarea que redunde en beneficios para las economías emergentes, los bloques regionales y una mejor y mayor discusión sobre el destino de la humanidad. Algo así pasó en América tras la creación de la Unasur.
Aunque no ha sido suficiente ha permitido observar las porosidades de la OEA. Por tanto si el Movimiento de los No Alineados se activa otro será el futuro para el planeta. (O)