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Condenado de manera unánime por la justicia a 12 años y un mes de prisión, la vida y la trayectoria política de Luis Inácio Lula da Silva no tienen comparación con las de ningún expresidente, ni brasileño ni latinoamericano.
Todo comienza con el éxodo de su familia desde su natal Pernambuco, en el nordeste pobre de Brasil.
Después de viajar una semana en el balde de una camioneta, con su madre y sus hermanos también pequeños, llega al puerto de Santos y a los pocos días viaja a Sao Paulo, el estado que más aporta al PIB brasileño, donde se concentra el mayor número de fábricas, ensambladoras de automóviles y las entidades financieras más poderosas.
Se instaló con su familia en Sao Bernardo do Campo, en el corazón de la industria metalúrgica, y comenzó desde muy joven a trabajar como obrero, hasta que descubrió sus habilidades con la política y el sindicalismo.
Fue un férreo opositor a las dictaduras militares que gobernaron Brasil entre 1964 y 1985. Se presentó como candidato a presidente tres veces antes de ganar por primera vez las elecciones en 2002 y luego en 2006. Cuando asumió el poder por primera vez, en un emotivo discurso dijo que era el primer presidente brasileño que llegaba a Planalto (sede del Gobierno) sin poseer un título universitario y sin saber hablar inglés.
Ganó dos elecciones consecutivas e influyó en la elección de su sucesora Dilma Rousseff. La política nunca se apartó del líder sindical. Su figura trascendió como uno de los máximos dirigentes de la izquierda latinoamericana.
Aún tiene batallas jurídicas antes de que se cumpla el dictamen que lo condenó tras un largo proceso que mantuvo en vilo a su país. Sus partidarios no se resignan, lo quieren nuevamente como candidato a presidente porque no hay otro que pueda ser capaz de ganar una elección. Por ahora, la lucha no es política, donde Lula nada siempre con corriente a su favor. Pero la justicia en Brasil parece implacable. (O)