Son muy curiosos los mecanismos y los mensajes que utilizan quienes enarbolan la “sana competencia”, la libertad de mercado, el libre juego de la oferta y la demanda. Son ellos mismos los que siempre utilizaron al Estado como su tercerizadora y a ciertos ministros como sus delegados directos para favorecer sus negocios privados.

Los mismos que no tienen empacho en rechazar comunicados sobre lo que publican con ofensas y mentiras. Son esos que cuando ven afectadas sus ganancias recurren a las trampas, a poner el pie, a inventar infamias y a producir un periodismo mediocre con tal de no dejar pasar por su delante la calidad y el periodismo responsable.

Son ellos, no olvidemos, los que tenían acciones en empresas y que nunca publicaron en sus páginas cómo perjudicaron a los ciudadanos y al mismo Estado para enriquecerse. ¿Ya nos hemos olvidado acaso de las acciones que tenían en las empresas telefónicas y que significaron una “ganancia” (perjuicio más bien para el erario público) por encima de los siete mil millones de dólares? ¿No son los mismos que importaban papel exonerado de impuestos y que luego utilizaban para vender a sus imprentas, gracias a la venia de gobiernos sometidos a sus titulares y con el temor a los periodicazos?

Sí, son ellos, los “empresarios de la comunicación”. Los que hablan de la libertad como el valor absoluto, como si solo ocurriera con ellos cuando ellos son los que la ejercen. Sin embargo, cuando entran otros (no olvidemos que a otro diario comercial le boicotearon la circulación y tuvieron que ser sus empleados quienes salieran a vender el periódico en la calle) ya no hay libertad, solo hay chantaje y presiones.

La verdad es que están preocupados porque ya no tienen el control, y menos el monopolio. Les duele que salgan ediciones regionales y que se vean disminuidas las ventas porque el ciudadano de ahora prefiere prensa seria, responsable, pública.