Los comicios se desarrollaron sin ninguna dificultad y expresan no solo la madurez política de la nación hermana, sino el impulso técnico para un trabajo complejo. Nadie ha mencionado o dudado de un posible fraude por la corta distancia entre los dos finalistas. En otros países sería ya motivo de escándalo. Claro, como al final son dos candidatos de la misma línea o tendencia ideológica eso no genera dudas ni aspavientos mediáticos como ocurre con otros países. Pero también es cierto que a nadie le pasa por la cabeza poner por delante la consabida teoría de la polarización como un factor negativo en la democracia. Si la diferencia de menos de un punto que se registra hasta el momento en que se escribe este editorial constituye una prueba de la división de Perú, no cabe duda de que a la vez expresa la realidad política de una nación sometida a escoger entre un estilo y no un modelo distinto. O sea, habría que pensar si lo que los peruanos expresaron en los comicios del 5 de junio fue la continuidad de un sistema o buscaron un modo menos violento o sutil de combatir la pobreza, la inseguridad y la injusticia social. (O)